El Zêzere es el denominador común de la identidad de las seis aldeas de Aldeias do Xisto situadas en su cuenca. El río Zêzere es uno de los más salvajes y prístinos del país. Los paisajes que crea son incomparables. La Ruta del Zêzere Grande sigue el río desde su nacimiento hasta el estuario.
Cercada por el pinar y por las antiguas Minas de Panasqueira, Barroca sigue conservando el medio ambiente rural dictado por los ciclos agrícolas. Recorrer Barroca es encontrarse en cada paso con el espíritu genuino de las Aldeas de Xisto, y es por ello que esta aldea funciona como sede de la iniciativa. Es corta la distancia que separa las márgenes del río Zêzere de Casa Grande, antigua casa solariega del siglo XVIII donde se encuentra el Centro Dinamizador de las Aldeas de Xisto. En el camino se encuentran los antiguos molinos, movidos por la fuerza del río, y, al llegar al espejo de agua, un puente peatonal invita a descubrir el sitio rupestre de Poço do Caldeirão, donde se pueden observar dos rocas decoradas con grabados paleolíticos que representan équidos y bóvidos, datados entre el 15000 el 20000 a.C... Volviendo a la Casa Grande, una visita al Centro de Interpretación aclara dudas y desafía a descubrir toda la Ruta de Arte Rupestre de la región de Pinhal Interior.
Con su caserío enyesado y pintado, Álvaro se distingue de la mayoría de las Aldeas de Xisto. En tiempos ancestrales fue villa y sede del condado, siendo en su día una importante base de la Orden de Malta. Su riquísimo patrimonio religioso incluye quince capillas en la "freguesia" (parroquia), de las cuales ocho están situadas en la aldea, destacando entre ellas la iglesia matriz dedicada a S. Tiago, de donde salen procesiones una vez por mes, durante todo el año. No puedes perderte la ruta de las capillas, con una "alminha" (altar funerario) en cada camino e innumerables sorpresas entre el patrimonio religioso, pero no es esta la única razón para visitar este lugar extraordinario. Rutas de senderos, playas fluviales, artesanía, gastronomía, alojamiento rural de calidad; Álvaro tiene un poco de todo.
Junto al río Zêzere y rodeada por un paisaje deslumbrante que armoniza sierras, rocas y valles con lagunas, ríos y riveras, Janeiro de Baixo es el lugar ideal para olvidarse del resto del mundo. En el núcleo central de la aldea, las casas de obra y mortero que crecieron de forma desordenada se conjugan con la iglesia y las pequeñas capillas, ofreciendo una agradable zona de ocio en la que no falta un camping. Allí, piérdete entre curiosidades únicas como el molino excavado en la roca, la antigua aceña movida por el agua que se aprovecha de la inclinación del terreno en el que fue instalada, o la original memoria del Tronco, el lugar donde antiguamente les ponían las herraduras a los animales. Muy cerca, no dejes de recorrer la imponente Presa de Santa Luzia y deslúmbrate con la Garganta dos Penedos da Foz de Bogas, antes de partir para descubrir el "concelho" (condado) de Pampilhosa da Serra.
Da ganas de quedarse en "enero" (Janeiro) todo el año. Objeto de una recuperación completa, con sus casas enyesadas y pintadas, Janeiro de Cima reúne lo mejor del Portugal tradicional y una confortable modernidad. Aquí no falta dónde pasar la noche, probar la gastronomía local o refrescarse con una bebida en un bar original. Y si estás en Janeiro de Cima no puedes dejar de visitar la Casa das Tecedeiras, donde el lino se trabaja en telares que recuperan la técnica de otros tiempos para satisfacer los numerosos encargos. Pero más allá de las tradiciones, puede ser que quieras explorar la naturaleza. A las afueras de la aldea, haz un picnic en el pinar, aprovecha la frescura del agua en el parque fluvial, da un paseo en bicicleta de montaña, atrévete con el piragüismo o la escalada. O, pura y simplemente, aventúrate en el arte de saborear el paso del tiempo y no hacer absolutamente nada.
Mosteiro es un pequeño lugar rural en el que el agua y la agricultura son factores fundamentales que han marcado positivamente su desarrollo - tiene la mayor superficie de regadío del municipio de Pedrógão Grande. La aldea de Mosteiro creció en la orilla derecha de la Ribeira de Pera (arroyo de Pera). Las fértiles tierras cercanas al cauce del río propiciaron la creación de huertos y molinos que alimentaban a los aldeanos que vivían de la agricultura de subsistencia. Por ello, son de visita obligada los molinos, los canales, las prensas de aceitunas y los campos de regadío que, durante siglos, fueron las infraestructuras básicas de las que dependía este pueblo para sobrevivir y que ahora sirven de atracción turística.
En tierras donde el esquisto es el rey, el granito también tiene su importancia. Pedrógão es el afloramiento de granito que, proveyendo piedra para muchas canterías de puertas y ventanas de las casas típicas de la región, ayudó a bautizar a Pedrógão Pequeno. La aldea, que en los años 50 y 60 vio crecer su población exponencialmente con la construcción de la Presa do Cabril, vuelve ahora a revitalizarse. El Puente Filipino do Cabril, la Capilla de Nossa Senhora das Águas Feras, el Monte de Nossa Senhora da Confiança y, finalmente, el restaurante Rainha do Zêzere son algunas de las atracciones que, junto con la belleza de la población donde la piedra se esconde bajo el yeso blanco, justifican una visita a este pequeño punto del Centro de Portugal.