José Ferreira Pinto Basto, el fundador de Vista Alegre, se dio cuenta muy pronto de que una mano de obra altamente motivada y respetada sería absolutamente crucial para el éxito de la empresa. En 1824, cuando abrió la primera fábrica de porcelana de Portugal, creó una auténtica comunidad, un lugar donde los trabajadores podían formarse, pero también donde podían encontrar entretenimiento. Una comunidad de trabajo que rápidamente se convirtió en una gran familia. A lo largo de los siglos.
Una condición obligatoria para trabajar en Vista Alegre era aprender a leer, escribir y estudiar música. En aquella época, Vista Alegre ya era una de las empresas más progresistas de Portugal. José Ferreira Pinto Basto, que tenía una visión extraordinaria, quería "proporcionar a todo el mundo ropa, educación, comida y un hogar".El fundador puso en marcha un proyecto verdaderamente revolucionario basado en el supuesto de que la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores redundaría en una mayor productividad de la empresa. Y tuvo éxito en su misión. Con la fábrica en el corazón del complejo industrial, nació una microciudad que ofrecía a la comunidad de trabajadores viviendas, una guardería y una escuela para los niños, una cooperativa agrícola donde los trabajadores podían comprar productos a precios más asequibles, servicios médicos y de primeros auxilios, un barbero, un quiosco, un cuerpo de bomberos, pero también un teatro, una banda filarmónica, una capilla y (bien entrado el siglo XX) un equipo de fútbol.
Este visionario empresario creía que el entretenimiento y la educación a través de las artes también desempeñaban un papel decisivo en el fortalecimiento de los lazos entre la comunidad. Los trabajadores se unieron más y se ayudaron más entre sí, lo que fue esencial para el crecimiento de la empresa. En 1924, ya había una comunidad de 500 personas viviendo alrededor del complejo de la fábrica.
200 años después, Vista Alegre invita a todos a formar parte de esta historia inspiradora compartiendo sus historias. Esta marca portuguesa de excelencia, aclamada en todo el mundo, es la prueba viva de que una mano de obra respetada es la clave del éxito. Porque las personas importan.