En el borde de la Sierra de Buçaco, donde la montaña alcanza los 547 metros de altitud, se encuentra el Bosque de Bussaco, cercado por un elevado muro con once puertas de entrada. Haz de ellas el punto de partida para un paseo por la naturaleza de la región y déjate conquistar por la exuberancia serena, casi mágica, del verde intenso de Buçaco.
Sol y mar, con abundancia. Esto es lo que puedes encontrar en Figueira da Foz. En la desembocadura del río Mondego, localizado a 40 kilómetros de Coimbra, las extensas playas de suave arena blanca invitan vacaciones relajantes y muy divertidas. Ven a descubrir una mezcla única entre la autenticidad de un puerto de pescadores y el cosmopolitismo heredado de la Belle Epoque, cuando la localidad costera de Figueira da Foz era la más visitada de Portugal.
Descubra la perdurable influencia del legado romano en la ciudad de Coimbra (antigua Aeminium), así como en la región circundante con los impresionantes lugares de visita obligada de las Ruinas Romanas de Conímbriga y la Villa Romana de Rabaçal. Citando el popular sketch de los Monty Python: "¿Qué han hecho los romanos por nosotros?". En lo que respecta a la región de Coimbra, ¡mucho!
Dominante sobre el valle por donde fluye el Mondego, con los campos de arroz hasta el horizonte, la villa de Montemor-o-Velho está coronada por su imponente castillo, la principal fortaleza del Baixo Mondego en la época medieval. Este extenso territorio fue ocupado sucesivamente desde la época romana, y cuando los árabes se establecieron aquí en el siglo VIII, las tierras de Montemor se convirtieron en un foco constante de fuertes disputas entre musulmanes y cristianos.
El impresionante paisaje de la montaña de Lousã es el escenario perfecto de 12 encantadores Pueblos de Pizarra: Aigra Nova, Aigra Velha, Candal, Casal de São Simão, Casal Novo, Cerdeira, Chiqueiro, Comareira, Ferraria de São João, Gondramaz, Pena y Talasnal. Joyas preciosas en el corazón de una naturaleza inspiradora.
En los reinados de la primera dinastía, Penela y su castillo eran piezas fundamentales en la línea defensiva del Mondego. La población recibió carta foral ya antes de la formación de la nacionalidad, y, a lo largo de cuatrocientos años, desarrolló su centro urbano con callejuelas de casas bajas que, a la sombra del imponente castillo, protegen la picota manuelina, la iglesia renacentista dedicada a Santa Eufémia y el templo local de la hermandad de la Misericórdia.