Nacida en una colina sometida a los acantilados de la Serra da Gardunha, la aldea de Castelo Novo está estrechamente vinculada a los orígenes de la nacionalidad portuguesa. En 1208, durante el reinado de Sancho I, Pedro Guterres donó la tierra –que a su vez había recibido– en testamento a los Caballeros Templarios, y se cree que en esa época el castillo ya estaría en fase de construcción. Décadas más tarde D. Dinis ordenó renovar su estructura, y esa campaña de obras le dio a la fortaleza de Castelo Novo las características góticas que aún hoy presenta.
A semejanza de muchas otras poblaciones fronterizas, Castelo Novo creció a la sombra y alrededor de sus murallas, con callejuelas estrechas, que serpentean por la ladera hasta llegar a la torre del homenaje. En el centro se yergue, destacada, la Casa da Câmara, con sus arcadas bajo la terraza del piso noble. Integrado en la fachada se encuentra el chafariz de D. João V, momumental e imponente, construido por orden del rey Magnánimo. Enfrente, la picota manuelina marca el centro de la plaza, y algo más adelante, se levanta la Igreja Matriz dedicada a la Senhora da Graça, cuyos muros blancos contrastan con las formas barrocas de las ventanas y portales de granito.
Por toda la aldea, al caminar por sus calles sinuosas, puedes descubrir detalles de su arquitectura, pequeñas marcan que cuentan la historia de sus habitantes.
En Castelo Novo, no dejes de visitar:
El castillo
Los chafarices (fuentes) da Bica y de D. João V
La Igreja Matriz y la da Misericórdia
Las casas señoriales
La antigua horca
El Núcleo Museológico de Castelo Novo
El Parque do Alardo